por Chris Zelglia

El colapso está señalado en el tiempo que vivimos. El planeta quema, pero a cada momento el algoritmo presenta una nueva distracción —una nueva opción para quedarnos anestesiados— mientras los dedos se mueven.

Entrenado para competir y destacarse, el individuo neoliberal aprendió a procesar el apocalipsis como contenido: un espectáculo que necesita opinión en lugar de toma de acción. La consciencia del fin ya no causa urgencia; provoca tedio digital.

Sabemos mucho, sentimos poco.

La indiferencia se desarrolla en un vacío emocional entre el sentir y el saber. El colapso ambiental no se niega; se consume, like tras like, hasta reconvertirse en entretenimiento.

De la cultura que mercantiliza todo, principalmente las catástrofes, surge el sujeto neoliberal. 

La angustia, el miedo y el sentimiento de impotencia son combustibles manipulados para estimular y activar el algoritmo. El dolor se transforma en contenido; el colapso se vuelve una estética.

El planeta deja de ser una realidad y se convierte en publicidad motivacional.

Cuanto más sabemos, menos movilización hay. La información se transforma en anestesia: una inundación de datos e imágenes sobre la crisis ecológica que genera una sobredosis sensorial.

En este escenario no hay espacio para el sentimiento, solo para deslizar el feed. El conocimiento se convierte en una acción colectiva para huir de la extinción: hacer scroll.

La crisis ambiental se observa desde una perspectiva individual. El capitalismo emocional del neoliberalismo enseña al individuo que cada uno es responsable de sí mismo.

De esta manera, el problema global se reduce a un dilema moral; la lucha política se diluye en procesos de autoperfeccionamiento: “recicla más”; “sé consciente”; “compra menos”. 

Mientras tanto, la estructura que causó el daño se refuerza.

Para romper ese ciclo, juntos, es necesario aprender a volver a sentir.

Abandonar la lógica del desempeño y abrir espacio para el cariño, el duelo y el cuidado.

La crisis climática no encontrará solución con filtros o hashtags verdes. Solo con la reconstrucción de lo comunitario, de lo sensible, de lo político y del colectivo.

Alejarse del feed, aunque por algunos instantes, quizás sea un primer acto de resistencia.