El norte solo quería hacer parte de la nación: ¿Por qué una COP en la Amazonía molesta tanto a gran parte del Brasil?
La COP30 en Brasil expone los prejuicios históricos y los retos de los medios de comunicación a la hora de reconocer el protagonismo amazónico.
por Luiza Amâncio y Gabrielle Borges para la Cobertura Colaborativa de Mídia Ninja de la COP30
La elección de Belem como sede de la 30ª Conferencia de las Partes (COP309, el encuentro climático más importante del planeta, debería ser un motivo de orgullo para el territorio nacional. Pero, lo que la gran parte de los nordestinos percibieron, fue una reacción contraria por gran parte de la prensa del sureste y del sur, así como de medios de comunicación internacionales, influenciados por una visión dotada de prejuicios de raíces históricas que todavía persisten sobre la Amazonia y sus pueblos.
Tras el anuncio, formalizado en enero de 2023 por Itamaraty (Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil), de que Belem sería la sede de la COP30 en Brasil, se multiplicaron, casi al instante, en las redacciones de eje Río-San Paulo, los reportajes que, en vez de investigar cuales serían los avances y cambios que la capital paranaense iría a recibir, pasaron a cuestionar si la ciudad “tenía estructura” para recibir un evento de gran porte.
La Amazonia es constantemente tratada de manera exótica, con sus asuntos siendo reducidos a falta de habitaciones de hoteles, calles con baches y el valor de las “coxinhas”. El caso más reciente, en la Cúpula del Clima, evento que antecede a la COP30, fue que una coxinha que costará R$45 se convirtió en un tema prioritario. Nuestra región es muy útil cuando se habla del bosque, incomoda cuando reivindica protagonismo político y económico.
La narrativa mediática que se estableció en torno a Belem y la COP30 revela un profundo desvío del foco, que la profesora Alda Costa, periodista y doctora en Ciencias Sociales, sitúa en el centro de la geopolítica y de la comunicación. En una entrevista, la especialista señala la persistencia de una incredulidad y de un escepticismo estructural que se manifiesta cuando un evento de magnitud global se aleja del centro para lo que, internamente, todavía es percibido como un territorio periférico:
“El trato que la ciudad de Belem ha recibido en los medios de comunicación (principalmente del sudeste y, en algunos medios, los internacionales) es, de hecho, marcado por una desconfianza subyacente o, mínimamente, por un escepticismo estructural”, afirma la profesora.
Para ella, la narrativa dominante sobre la capacidad logística y estructural de Belem, centrada en la red de hostelería, precios, transporte y saneamiento básico, refuerza una visión donde la Amazonia y sus capitales “carecen de los requisitos mínimos de ‘civilización’ o ‘preparación’ para eventos de este porte”.
Las consecuencias de este enfoque son graves: los medios corren el riesgo de descalificar el evento antes de que el mismo se concrete. La cobertura, según la especialista, refleja una visión que todavía ve al norte de Brasil como un territorio que hay que “desarrollar/arreglar” para el mundo, en vez de un centro de soluciones ambientales y sociales.