La histórica oportunidad de América Latina: De la resistencia a la acción climática
América Latina carga consigo una doble condición en la COP30, realizada en Belém do Pará en 2025. Por un lado, es una de las regiones más decisivas para enfrentar el cambio climático desde la resistencia de los pueblos y, por otro, es una de las regiones más vulnerables a él
Por Rocío Lloret Céspedes (periodista de Bolivia)
América Latina lleva a cuestas una doble condición en la COP30 que se celebra en Belém do Pará este 2025. Por un lado, es una de las regiones más decisivas para enfrentar el cambio climático desde la resistencia de los pueblos y por otro, es una de las regiones más vulnerables al mismo.
En su vasto territorio, se concentran los mayores reservorios de biodiversidad, los bosques tropicales más extensos y los pueblos indígenas que todavía sostienen prácticas de conservación milenarias, pese a la vulnerabilidad a la que han sido sometidos por actividades descontroladas como la deforestación, la minería y el despojo de territorio. Esa combinación, entre fragilidad y potencial, surge una expectativa muy grande: que la COP se convierta en un punto de inflexión en el que la región deje de ser simple observadora o acompañante de las grandes decisiones, y asuma como protagonista.
Belém no es solo el escenario de una cita ambiental más. Belém representa una oportunidad histórica para que América Latina deje de lado la dispersión de sus voces. Para unificar discursos en torno al reconocimiento del papel de los pueblos indígenas, comunidades locales y la conservación de los ecosistemas.
En un contexto de crisis ambiental que, en muchos casos, también se suma a una crisis económica profunda, como ocurre en Bolivia; la justicia climática no solo tiene que ver con recibir fondos, sino cuestionar cómo se distribuyen, quién decide al respecto y qué se debe o no cumplir en las transformaciones reales para salvar al planeta.
Si la COP30 logra sumar voces por una agenda regional basada en la naturaleza, los derechos de los pueblos y la equidad, estaremos frente a una cumbre distinta: una que no mida su éxito por la cantidad de acuerdos firmados, sino por la capacidad de hacer viable una salida entre desarrollo y vida.