Con Trump a la cabeza, Estados Unidos le da la espalda a la agenda climática
El país, que acumula récords de emisiones de gases de efecto invernadero, descuida la emergencia climática y se perjudica incluso a sí mismo
Por Evelyn Ludovina, de la Cobertura Colaborativa NINJA en la COP30
El país que es el mayor contaminador histórico acumulando gases de efecto invernadero, responsable de cerca del 20% de las emisiones globales acumuladas dese 1850, y que todavía, mantiene una de las tasas más altas de emisión per cápita entre las grandes economías desarrolladas, vive irónicamente, la contradicción del negacionismo climático. E incluso en un escenario de incertidumbres que vive el mundo en medio de la emergencia climática, se ausenta al debate. Bajo el liderazgo de Donald Trump, los Estados Unidos no van a participar de la 30ª Conferencia del Clima (COP30), que transcurre en Belem.
Los Estados Unidos de América, que para algunos países son sinónimo de avance y tecnología, asumen un posicionamiento político de priorizar el interés económico interno en detrimento de las decisiones climáticas globales. Trump prefiere mirar su propio ombligo.
La falta de compromiso es un espejo de una política que se repite. En su primer mandato (2017-2021), el presidente Donald Trump retiró a los EE.UU del Acuerdo de París. Aunque el país regresó al acuerdo sobre la administración siguiente, con Joe Biden, en su segundo mandato volvió a eximir al país en la obligación de combatir el cambio climático, conforme se establece en su Contribución Nacionalmente Determinada (NDC, en la sigla inglesa), lo que desmanteló el esfuerzo de años en cuestión de meses.
Y esta postura no afecta solo al futuro del mundo, sino también al propio país. Las temperaturas medias están aumentando, volviendo eventos climáticos extremos como sequias, ondas de calor e incendios forestales en casos cada vez más comunes. El sur de California, por ejemplo, en agosto de 2025, fue afectado por un incendio forestal de enormes proporciones, considerado uno de los mayores del año. Según informa la CNN Brasil, el fuego consumió cerca de 20 mil hectáreas, un área equivalente a aproximadamente 28 mil campos de fútbol.
Del fuego al agua, el país sigue siendo drásticamente afectado. El cuatro de julio, fecha en la que los estadounidenses celebran el orgullo de ser “americano” y la independencia, el estado de Texas fue castigado con fuertes lluvias que, según informa la CNN, superaron los volúmenes esperados para todo el verano. Las tormentas provocaron desbordamientos de ríos y causaron más de 130 muertes.
Incluso en el mismo mes, Chicago registró una cantidad de lluvia equivalente a un evento que ocurre una vez cada mil años, mientras que, en la ciudad montañosa de Ruidoso, en Nuevo México, inundaciones relámpagos sin precedentes destruyeron casa y resultaron en tres fallecimientos.
Estas “inundaciones relámpagos” y otros desastres no son consecuencias apenas de la crisis climática, sino también de la arrogancia y la imprudencia gubernamental. La falta de inversión en infraestructura de adaptación y la persistencia de la negación científica pavimentaron el camino para que los eventos climáticos extremos se multiplicarán y sus impactos se intensificaran.
Teniendo en cuenta las actitudes del presidente, parece que, estando presente físicamente en las mesas de negociación, Trump no se comprometería con la urgencia en las decisiones colectivas tomadas en las cumbres climáticas. La comunidad internacional, lamentablemente, tendrá que seguir adelante con o sin “América”.



