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Pessoas em situação de vulnerabilidade são as que mais sofrem com os impactos de eventos climáticos extremos (Marwan Ali)

Por Jéssica Albuquerque, para la Cobertura NINJA en la COP26
El gobierno brasileño refuta el uso del término «racismo ambiental», pero investigaciones y activistas de derechos humanos lo confirman todo el tiempo. Los datos del Mapa de Conflictos relacionados con la Injusticia Ambiental y la Salud, realizado por la Fiocruz, por ejemplo, indican que hay al menos 613 conflictos de este tipo en Brasil.
En tiempos de crisis climática no se puede ignorar el problema. Este es un tema que también es el centro del debate en la Conferencia Mundial sobre el Clima, COP26, dónde las lideresas, líderes y representantes de varios países están tratando de encontrar un consenso de metas para frenar el calentamiento global. El cambio climático afecta en gran medida a los países menos desarrollados y a las comunidades en contextos de vulnerabilidad. Entre ellas figuran las comunidades negras e indígenas, así como las personas que sufren problemas socioeconómicos y de género, por ejemplo. Los movimientos globales han buscado actuar en defensa de estas personas que históricamente son las más afectadas por el daño socio-ambiental.
El racismo ambiental también está vinculado a ciertas especificidades, como las relativas al origen geográfico de las personas.
Para el Instituto Clima e Sociedade, «los impactos climáticos tienen color, género y lugar. El racismo es estructural. Las periferias y las poblaciones tradicionales quieren ser agentes en un mundo con menos emisiones, y no solo resultados de impactos u objetivos».
El racismo ambiental se ve reforzado por las vulnerabilidades existentes en un sistema que no da prioridad al bienestar de las minorías. Por ejemplo, la falta de saneamiento básico es un problema que afecta a muchas poblaciones, agravada por la ocupación en terrenos irregulares, el aumento del desempleo, la devaluación del lugar donde viven estas personas y los fenómenos meteorológicos extremos, como lluvias fuertes (deslizamientos de tierra) y la sequía extrema.