Gustavo Crubellati Nunes, de la Cobertura Colaborativa NINJA en la COP30

Aunque la Amazonía es conocida mundialmente por sus bosques y ríos, la mayoría de sus habitantes vive en ciudades. Metrópolis como Manaus, Belém, Santarém y Parintins concentran gran parte de la población y enfrentan desafíos únicos. Según estimaciones de 2024 del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), un estimado del 75% de los 30 millones de residentes de la Amazonía Legal vive en áreas urbanas.

El principal reto es el aislamiento que resulta de la fuerte dependencia del transporte fluvial, donde las vías navegables son el medio principal de circulación interestatal. Este modelo es altamente vulnerable a los cambios climáticos. Durante la estación seca, el bajo nivel de los ríos requiere embarcaciones más pequeñas, lo que aumenta los costos y retrasa los envíos. Durante las inundaciones, la navegación también se ve comprometida. La variación extrema en los niveles de agua, que puede alcanzar hasta 10 metros entre las temporadas alta y baja, causa graves pérdidas logísticas y aumenta significativamente el costo promedio por tonelada transportada. El resultado final es un mayor precio para los productos de consumo y dificultades para la plena integración con el resto del país.

Los gobiernos municipales enfrentan problemas significativos de gestión y carecen de la infraestructura técnica necesaria para diseñar políticas públicas adecuadas, afectando áreas como saneamiento, vivienda y salud. El desequilibrio es notorio: Belém, Manaus y Rio Branco se encuentran entre las capitales brasileñas con las tasas más bajas de cobertura arbórea, con menos de la mitad de sus calles bordeadas de árboles.

El déficit en el suministro de agua y el tratamiento de aguas residuales constituye la crisis de salud pública más grave. El informe de 2025 del Sistema Nacional de Información sobre Saneamiento revela que solo el 3.8% de los 360,000 residentes de Santarém y apenas el 17.2% del 1.4 millón de habitantes de Belém tienen acceso a la recolección y tratamiento de aguas residuales. Este crecimiento urbano no planificado obliga a recurrir a soluciones paliativas, como las ecobarreras y la remoción manual de residuos sólidos de los arroyos locales, para mitigar la contaminación que llega a los ríos.

La gobernanza local enfrenta obstáculos adicionales. La falta de regularización territorial complica la planificación urbana y fomenta los asentamientos irregulares. La fragilidad institucional y la dependencia de fondos federales limitan la capacidad de los municipios para la inversión autónoma y proyectos complejos de infraestructura. Dado que la mayoría de los fondos públicos se dirige a servicios esenciales como salud y educación, queda poco margen para otros desarrollos estratégicos. Esto contribuye a la migración de las comunidades locales hacia ciudades más grandes en busca de empleo y mejores servicios.

Sin embargo, dado que estas grandes ciudades a menudo carecen de la planificación adecuada para acomodar el flujo de población, sumado a la fragilidad económica, los bajos salarios y los programas de vivienda deficientes, el resultado son altas tasas de barrios marginales urbanos. Más del 50% de las poblaciones de Belém y Manaus viven en asentamientos informales, donde las instituciones estatales suelen estar ausentes y el acceso a servicios básicos como electricidad y agua es escaso.

En los centros históricos de Manaos y Belém, el legado arquitectónico del Ciclo del Caucho sigue siendo visible. Edificios como el Teatro Amazonas y el Mercado Ver-o-Peso reflejan la influencia europea y el lujo de su auge económico. Esto contrasta marcadamente con la arquitectura vernácula, que utiliza materiales como la madera y diseños estructurales ligeros, demostrando una adaptación única al clima tropical cálido y húmedo.

En Manaos, las inundaciones estacionales del Río Negro y los arroyos han comenzado a afectar no solo áreas vulnerables, sino también partes del centro histórico. Los esfuerzos de adaptación incluyen puentes de madera construidos por el gobierno municipal sobre calles inundadas para asegurar la movilidad peatonal.

Puentes construidos por la alcaldía en las épocas de crecida. Foto: Alcaldía de Manaos

Los puertos fluviales siguen siendo el corazón económico de estas ciudades, funcionando como centros logísticos vitales. La movilidad urbana, sin embargo, enfrenta desafíos significativos. Proyectos de transporte moderno, como el monorraíl planeado para Manaos antes del Mundial de 2014, nunca se materializaron. El transporte está dominado por autobuses y automóviles, con Manaos teniendo solo 30 kilómetros de ciclovías. En contraste, Belém demuestra un progreso notable: implementó un sistema Bus Rapid Transit (BRT) en noviembre de este año y su red de ciclovías ya supera los 220 kilómetros.

La combinación de infraestructura precaria, desafíos logísticos y gestión pública limitada convierte a las metrópolis amazónicas en espacios vibrantes pero llenos de contrastes. Están definidas por su aislamiento natural, sus instituciones debilitadas que luchan por sostener su papel como centros regionales de servicio, y por la creatividad de sus habitantes para compensar la ausencia del Estado. Esta presión obliga a las ciudades amazónicas a encontrar formas únicas de organización para cumplir su rol crucial como centros del ecosistema más importante del planeta. Es en este escenario de contraste y urgencia donde debe discutirse el futuro de la Amazonía.