Desde Rio-92 hasta Belém-25 – La importancia de Brasil en las negociaciones climática
Desde la conferencia que originó la diplomacia contemporánea del clima, hasta la COP30 en Amazonia, Brasil busca transformar su protagonismo en resultados prácticos.
por Yasmin Henrique
Treinta y tres años separan la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y Desarrollo, la histórica ECO-92, de la COP 30 en 2025.
Periodo en que Brasil transitó entre el protagonismo, al inaugurar la gobernanza contemporánea del clima, influyendo en acuerdos que moldean la política global. Y aislamiento, como fue entre 2019 y 2022, cuando sufrió críticas internacionalmente, por la subida de la deforestación al aflojar la legislación y fiscalización ambiental.
En 1992, más de 170 países y 30 mil personas participaron de la ECO-92 según datos oficiales de la ONU, donde surgieron tres de los principales tratados ambientales en vigencia:
- Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático – CMNUCC;
- Convenio sobre la Diversidad Biológica- CBD;
- Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación- CNULD.
Además fue en la conferencia de Río que se formalizó el “Principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas”.
Punto defendido por la diplomacia brasileña cuyo principio es que todos los países deben actuar para frenar el calentamiento global. Pero, los países del norte global tienen obligación de contribuir más. Ya que según datos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), los países desarrollados son responsables por la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Del espíritu de la ECO-92 nacieron las Conferencias de las Partes (COP) con sus reuniones anuales.

Protocolo de Kioto, PPCDAm y el Acuerdo de París
En 1997, cuando se realizó la COP 3 en Japón, fue firmado el “Protocolo de Kioto”. Y aunque no tuviera obligación de contribuir con las reducciones – por ser un país en desarrollo – la participación de Brasil fue determinante para la creación de uno de los principales mecanismos instrumentales del acuerdo: el “Mecanismo de Desarrollo Limpio” (MDL). Inspirado por una propuesta de la delegación brasileña registrada en la CMNUCC.

A través del MDL los países industrializados del norte global, podrían compensar parte de sus emisiones con inversiones en proyectos de energía sustentable y la preservación ambiental de países en desarrollo.
Según datos del Banco Mundial, Brasil fue uno de los países que más presentó registros de proyectos de MDL entre los años 2000 y 2010.
El “Plan de Prevención y Control de Deforestación en la Amazonía Legal” (PPCDAm) -presentado en 2004- trata de la fiscalización y regulación fundiaria bien como monitoreo por satélite. Brasil logró bajar la deforestación de Amazonia en 83% hasta 2012. Periodo en que el país fue uno de los que más contribuyó para la reducción de emisiones en el mundo. Según el “Sistema de Estimativas de Emisiones de Gases de Efecto Invernadero” (SEEG).
En 2015, a lo largo de la COP 21, fue firmado el “Acuerdo de París” y se estableció el límite de 1,5ºC para el calentamiento global, se presentaron las “Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional” (NDC) donde Brasil se comprometió:
Reducir 43% de las emisiones hasta 2030, en base a los datos de 2005;
Recuperar 12 millones de hectáreas de florestas;
Ampliar el uso de energía sustentable.
Con una matriz energética mayoritariamente renovable, el país fue elogiado por la ambición y capacidad de ejecutar las metas registradas de manera oficial en la CMNUCC.
Aislamiento y retroceso (2019–2022): el auge de la desconfianza internacional
Entre 2019 y 2022, los cambios políticos y ambientales aflojaron la fiscalización, haciendo con que la deforestación creciera 59% en ese periodo, mayor nivel en 15 años. Generando fuertes críticas internacionales, como las del vocero de Greenpeace en 2020.
Datos oficiales del “Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales” (INPE) acerca de la deforestación en la “Amazonía Legal Brasileña” (ALB) fueron contestados públicamente por el gobierno. Entretanto, informes de la “Global Forest Watch” apuntaron que Brasil estuvo en liderazgo de pérdida de florestas en ese periodo.
Una mancha en la reputación del país que dejó la posición de mediador y pasó a ser criticado en las COP.
Entretanto, con la remontada de políticas ambientales en 2023. La deforestación entre Agosto de 2022 y Julio de 2023 se redujo en 22,4%. En este mismo año, cuando se realizó la COP 28 en Dubai, la CMNUCC presentó a Belém do Pará como sede de la COP 30 en 2025.
Belém 25: la COP de la entrega
La primera COP en el corazón de Amazonía, es simbólica, ya que el debate climático se presenta en su punto central – la floresta.
La conferencia tiene como marco la presentación de metas más ambiciosas en relación con las que fueron firmadas en París 2015.
Con demandas de la “Articulación de la Población Indígena Brasileña” (APIB), estrategias implementadas y encuentros virtuales organizados por el gobierno en 2024. Brasil defenderá:
Nuevos mecanismos de inversión climática;
Reconocimiento y valoración de los pueblos originarios como guardianes de la naturaleza;
Bioeconomía como estrategia para desarrollo regional.
El país que debutó la gobernanza contemporánea del clima con la ECO-92, ahora se presenta como candidato al liderazgo global de la transición ecológica con la COP 30.
Según el Itamaraty, Brasil se presentará como líder del Sur global. Cobrando de las naciones ricas el cumplimiento del acuerdo de Copenhague en 2009, cuando se realizó la COP15. Donde el Norte global se comprometió con un aporte anual de USD 100 mil millones para el embate climático y según informes de la OCDE en 2023, no se cumplió completamente.
En RIO-92 fue definido el camino. Belém-25 puede ser el punto de inflexión de la política climática.



