En un acto de resistencia simbólica que invierte la ruta colonial de Francisco de Orellana, de 1541, la Flotilha Amazônica Yaku Mama (Flotilla Amazónica Yaku Mama) zarpó el día 16 de octubre de 2025, de la ciudad de Coca (Francisco de Orellana, Ecuador), rumbo a Belem, recorriendo 3.000 kilómetros por el río Amazonas.

Liderada por pueblos indígenas, organizaciones territoriales y aliados internacionales, la expedición de 50 delegados exige el fin de la extracción de combustibles fósiles del Amazonas y una transición energética justa, destacando el costo humano y ambiental del extractivismo. Representando una alianza diversa de nueve países – Guatemala, México, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Brasil, Indonesia y Escocia – la flotilla posiciona a la región como el epicentro de la lucha climática global, a pocas semanas de la COP30.

El contexto histórico y los objetivos de la Flotilla

Yaku Mama, que significa “Madre de las Aguas” en quichua, no es apenas un viaje fluvial, sino un gesto de empoderamiento indígena que homenajea el levantamiento continental de 1992 y denuncia las raíces coloniales de la crisis climática.

Iniciada luego de una reunión preparatoria en Quito para “resignificar” la historia de la conquista europea, la flotilla busca visibilizar las “cicatrices del extractivismo”: la minería ilegal de oro (que creció un 50% desee 2018), los derrames de petróleo y los monocultivos que destruyeron 4,5 millones de hectáreas de bosques primarios en 2024.

Entre los objetivos centrales, se destacan la exigencia de Consentimiento Libre, Previo e Informado (CLPI)  de los pueblos indígenas para cualquier proyecto energético; la protección de los territorios intangibles para los Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial (PIACI); y el reconocimiento de las sabidurías ancestrales como soluciones climáticas reales.

La delegación actúa en territorios que absorben 257 millones de toneladas métricas de carbono, conforme al informe de MAAP 2024, y presentará alternativas comunitarias, como el monitoreo territorial y los proyectos productivos.

Como explicó Lucía Ixchú, líder indígena:

“Este viaje es un acto de resistencia y empoderamiento que vincula a la crisis climática con sus raíces coloniales y extractivistas, posicionando a los pueblos que menos contribuyeron a ella como los más afectados. Es un llamado urgente a la COP30 para que reconozca que la verdadera justicia climática nace en la tierra, fluye con sus ríos y se sustenta en quien cuida”.

La tripulación

La coalición reúne a 60 organizaciones indígenas y territoriales de la Amazonia, como aliados de Mesoamérica, de la República del Congo y de otras regiones.

Se destacan los líderes Leo Cerda (quichua de Napo, Ecuador), Kelly Guajajara (guajajara de Brasil) y Alexis Grefa (quichua amazónico de Ecuador).

La diversidad se amplía por la participación de delegados de nueve países: Guatemala, México, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú y Brasil (representando la Pan-Amazonía), además de Indonesia y Escocia, que traen perspectivas de bosques tropicales e islas vulnerables al clima. Esta alianza transcontinental refuerza el mensaje de que la lucha contra el extractivismo es global, conectando la Amazonia a otros “frentes de resistencia”, como los bosques del Sudeste Asiático y las tierras altas escocesas.

Leo Cerda enfatiza el simbolismo:

“Estamos hoy en Ecuador por una razón muy específica. Hace siglos, partieron de Quito las misiones que se lanzaban al “descubrimiento” del Grande Río de Amazonas, llevando la conquista a nuestros territorios. Nosotros también llegamos a Quito, a este punto de partido histórico, para resignificar la ruta. Y en este 16 de octubre, desde Francisco de Orellana, la ciudad de Coca, emprendemos una nueva travesía que honra la memoria de la lucha y la resistencia de los Pueblos Indígenas Amazónicos”

A lo largo de los próximos días, la flotilla pasará por comunidades ribereñas, denunciando violaciones como los 933 bloques petrolíferos en Pan-America, que se sobreponen a 441 territorios ancestrales y a 61 áreas protegidas.

Un funeral simbólico por combustibles fósiles marcó el inicio de la jornada, criticando las “falsas soluciones energéticas” y reivindicando el derecho indígena de decidir sobre sus territorios.

En el transcurso, serán visitadas “cicatrices” como manchas de petróleo y heridas de la minería, pero también iniciativas de resiliencia, como ciencia ancestral y monitoreo comunitario.

La violencia del extractivismo es un foco central: entre 2012 y 2024, por lo menos 2.253 defensores ambientales fueron asesinados o desaparecidos en la región, el 40% de ellos indígenas. La flotilla se dedica a la memoria de líderes como Efraín Fuére, asesinado recientemente en Ecuador.

Kelly Guajajara alerta:

“Para nosotros, los pueblos indígenas, la crisis climática no es un problema lejano. Es la invasión de nuestras tierras, la contaminación de nuestros ríos y la amenaza directa a la vida de nuestros niños. Defender el Amazonas no es solo una lucha por la naturaleza, es una lucha por nuestra propia existencia. En la COP30, exigimos que escuchen nuestras voces y que haya verdad, prohibiendo la extracción de combustibles fósiles de una vez por todas”.

Exigencias para la COP30 y el Impacto Esperado

Llegando a Belem al inicio de noviembre, Yaku Mama pretende influenciar a la COP30 con demandas concretas:

Reconocimiento de los derechos territoriales indígenas como estrategia climática eficaz; financiamiento directo, sin intermediarios (criticando que el 76% de los fondos del Fondo Verde para el Clima van a terceros); participación plena de los pueblos indígenas en las transiciones energéticas; la integración y protección a los defensores de la tierra en las políticas globales.

Alexis Grefa resume:

“Esta flotilla no es solo una protesta, es un mensaje vivo que navega por las venas de la Amazonía. El río mismo nos muestra sus cicatrices: las manchas de petróleo, la herida de la minería. Pero en cada comunidad que visitamos también nos encontramos con resiliencia y soluciones. No venimos solo a llevar un problema a la COP30; vinimos a presentar las respuestas que nuestros pueblos y el bosque han cultivado por siglos.

La declaración colectiva refuerza:

“La flotilla no es solo un viaje: es una exigencia. No vamos a Belem para pedir un espacio, vamos a exigir que las políticas climáticas se construyan desde los territorios, con justicia para quien cuida de la vida”

Conozco más sobre la ruta de viaje de la flotilla en: https://amazonflotilla.quipa.org/ruta/