Majo Giovo / Copa FemiNINJA

Agus La Piba

En América Latina y el Caribe, en donde las mujeres y disidencias aún luchan por igualdad de derechos y trato ante la ley, así como condiciones laborales de paridad y dignidad, el deporte parecería un ámbito menos urgente. Sin embargo, los reclamos de las futbolistas marcaron un horizonte profesional y de visibilización para miles de mujeres, en un rincón en el que el sistema imperante se resiste a los cambios. Desde la primera Copa Femenina, celebrada en 1991, mucho camino han recorrido las selecciones femeninas y para nuestra región, aún más: para esa época, muchas de ellas aún no existían. De ahí para acá, la lucha de las mujeres, lesbianas, travestis y trans se fortaleció en el mundo y en esta parte, el movimiento feminista también marcó la cancha.

Si bien este Mundial tuvo solo la participación de 3 equipos latinos y 1 caribeño, sin dudas para cada selección este torneo fue un antes y un después. Cada equipo dio cátedra de tesón y garra pese a todas las barreras que debieron superar para llegar a Francia. Aquí un repaso:

En el caso de Brasil, la gran Marta Silva entró en la historia al convertirse en la primera futbolista en realizar goles en cinco mundiales distintos, teniendo en cuenta la Copa del Mundo femenina y masculina organizada por la FIFA. Así alcanzó a Klose en la tabla de goleadores de con 16 goles y dejó atrás a Ronaldo con el que compartía el segundo lugar con 15 goles. Mientras Neymar, el astro brasileño y 3ero mejor pago del mundo enfrentaba acusaciones de violación, Marta mostraba, con sus botines rosas y celestes como un mensaje de igualdad, que otro fútbol es posible y las mujeres lo estamos haciendo realidad. Junto a ella, Formiga, con 41 años se convirtió en la jugadora más antigua en participar en el torneo y la primera en aparecer en siete finales. El discurso de Marta al perder frente a Francia en Octavos resume de manera visceral la conquista de las brasileñas en esta copa: “Es un momento muy emocionante. Yo quería estar sonriendo aquí, pero estoy llorando de alegría. Yo creo que eso es lo primordial: hay que llorar al comienzo para sonreír al final. Eso es lo que le digo a las niñas: no van a tener una Formiga para siempre, no van a tener una Marta para siempre, no van a tener una Cristiane…El fútbol femenino depende de ustedes para sobrevivir. Piensen en eso, valoren más. ¡Lloren en el inicio para sonreír al final!”.

Con Argentina, la blanquiceleste volvió a la Copa Femenina después de 12 años. Y lo hizo a lo grande: no llegó a octavos pero su regreso a la cancha tuvo de todo. Muy lejos de ser favorita, marcó un empate con Japón y Estefania Bianini, estrella de la selección, fue elegida como una de las mejores durante el Torneo, mientras en Argentina, la marea verde mandaba su energía incondicional con el hashtag #VamosLasPibas y la foto de Soledad Jaime con un diente partido haciendo pases recorría todos los medios (inclusive las tapas de los mayores diarios deportivos, dirigidos por hombres) Vanina Correa, la arquera, tuvo un desempeño crucial frente a Inglaterra, en un partido para el ataque cardiaco con cierre de penales. En un año donde Argentina profesionalizó el fútbol femenino gracias a la lucha de mujeres como Macarena Sánchez, el desempeño de este equipo trajo una confirmación: el fortalecimiento de un gran camino que ahora tendrá una nueva parada, los Juegos Panamericanos de Lima. Y las pibas quieren dejarlo todo, otra vez.

Por su parte, la participación de La Roja de Chile también tuvo su regreso tan esperado apenas dos años después de haber desaparecido de las actividades oficiales y de la clasificación de la FIFA. Cuando perdieron el apoyo oficial,Iona Rothfeld, dirigente del equipo, tuvo una idea: armar un sindicato, un espacio que reuniera a las futbolistas para organizarse y empujar a la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), la institución que rige el fútbol chileno. Esa lucha por la visibilización les valió la clasificación histórica para su primer Mundial. Un año antes, los varones no habían logrado clasificarse a la Copa de Rusia 2018. Chile llegó a Francia para recuperarse definitivamente del olvido y se enfrentó a Suecia en el primero de una serie de partidos ante las potencias del fútbol mundial. Después jugó ante Estados Unidos, el último campeón, y ante Tailandia, donde ganó pero no le alcanzó para llegar a octavos. Así, La Roja quedó a las puertas de la hazaña pero marcando un regreso que no será olvidado. Iona Rothfeld dice que las jugadoras repiten una frase como mantra: “Los equipos más peligrosos son los que no tienen nada para perder”.

Y ese mantra chileno también se puede reflejar en el juego de las jamaiquinas. El equipo tiene una de las grandes historias del Mundial. Al pisar el césped galo por primera vez, se convirtieron en la primera selección caribeña en disputar una Copa del Mundo femenina de fútbol y pese a que quedaron eliminadas en la primera ronda, lo importante es recordar cómo llegaron a la Copa. Ninguneadas por la Federación de Fútbol de su país, encontraron apoyo ni más ni menos que en la hija de Bob Marley, quien se enteró que las chicas pedían apoyo para poder volver a jugar y su instinto por ayudarlas fue inmediato. En 2016, tres años antes del Mundial, la Federación volvió a cortar el grifo al equipo y Marley tuvo que redoblar esfuerzos. El equipo ni siquiera estaba dentro del ránking FIFA porque no jugaba un partido desde los clasificatorios para el Mundial de 2015. Así, de la invisibilización absoluta, las “Reggae Girlz” lograron llevar su juego a Francia. Como decía Bob Marley: “El fútbol es libertad”. Y las jamaiquinas ya desplegaron sus alas.

En el terreno de juego, la conquista de la igualdad puede ser aún lejana. Quizás este mundial sea el comienzo de una visibilidad que viene luchando hace tiempo por ganarse su lugar, quizás la declaración de Marta, la pasión de las jugadoras argentinas, el empeño de las chilenas y jamaiquinas, quizás todo eso sirva para demostrar que las mujeres llegamos a la cancha para quedarnos.